Yo y mi Yeti

Mi Yeti es peludo y suave, tan blando por fuera que parece de peluche; pero tan duro por dentro como si todavía no hubiera terminado de descongelarse. Cuando abrió los ojos, mi mamá dijo:

—Son como espejos de azabache, como escarabajos de cristal negro…

Yo no sé lo que es “azabache”, pero a mí me parecen más bien como dos cucarachas recién salidas de una sartén.

A mi Yeti le gustan, como a mi mamá, los gatos; pero a él para comérselos.

Nosotros no tenemos gato porque a mi papá lo hacen estornudar, así que mi Yeti sólo puede comerse los que andan por nuestra terraza cazando gorriones.

Lo encontramos de cachorrito en Patagonia, flotando en un lago, dentro de un pedazo de hielo de glaciar. Mientras se iba descongelando al lado de la parrilla del asado de trucha, Yo le dije a mi papá si podíamos quedárnoslo, que él me había prometido que si encontrábamos un dinosaurio patagónico vivo me lo podía llevar a casa.

Fue ahí que él me dijo que le parecía que era un Yeti o Abominable Hombre de las Nieves, que dinosaurio seguro que no era.

Aunque no sé si dijo así o “abdominable”, porque creo que “abdomen” es lo mismo que panza, y mi Yeti es panzón.

Mientras mi mamá acunaba y secaba a esa cosita recién descongelada, mi papá me dijo:

—Bué, podés quedártelo,… por lo menos no tengo que comprarlo.

De eso hace como un año; ahora ya nació mi hermanita y mi Yeti creció bastante; ayer lo medimos y ya es como dos centímetros más alto que mi papá.

La verdad es que mi Yeti no tiene buen carácter, y es bastante cascarrabias.

En nuestra cuadra había un señor al que también le gustaban los gatos para comérselos; pero hace una semana que no lo vemos más; justo mi Yeti empezó a estar de mejor humor, pero no creo que haya sido él; yo había visto a ese señor discutir con las dos viejitas que les dan de comer a los gatos del barrio, capaz que fueron ellas.

Hoy mamá me dijo que ella iba a salir a hacer unos trámites, y por lo tanto yo tendría que quedarme a cuidar a la bebé toda la tarde; pero yo ya arreglé con mis amigos para jugar al fútbol en la plaza, y no les puedo fallar.

Ya decidí quién se va a quedar a cuidar a mi hermanita; así que le expliqué a mi Yeti que ella no es un gato: le mostré que no tiene cola larga, orejas puntiagudas ni bigotes, y además le hice oler que lo hay bajo esos pañales no es comestible.

Andrés Sobico