Señor Amor Tímido

Archivaldo era muy pero muy tímido. Tanto que se pedía permiso para mirarse en el espejo. Estaba enamorado de una chica que viajaba en el mismo colectivo que él, de lunes a viernes, a la ida y vuelta del trabajo. Linda y de ojos tristones, se sentaba siempre hacia la ventana, en la séptima fila, de la Línea 60.

Él jamás le habló o la miró de frente. Fue todo un logro animarse a ocupar el asiento del pasillo junto a ella en cada viaje, de lunes a viernes de ida y vuelta del trabajo, en los últimos cinco años.

Una vez carraspeó la garganta para llamar su atención. Pero la chica ni lo escuchó. Siempre leía el diario, de ida y vuelta, de lunes a viernes, durante los últimos cinco años. Otra vez, Archivaldo quiso ofrecerle una pastilla, pero se puso tan nervioso que, en una frenada, las mentitas rodaron por todo el colectivo. Ella, leía. Ni lo notó.

Un día, el tímido enamorado sacó coraje y puso este aviso en la página 3 del diario:

A la chica de ojos tristones que de lunes a viernes viaja en el 60, de ida y vuelta, en el asiento de la ventana de la 7º fila:

¿Tiene novio?

Firma: Señor Amor Tímido

La mañana siguiente, en el colectivo, esperó alguna reacción de su amada. Nada. Pero al otro día, Archivaldo encontró este aviso en la página 3 del diario:

Al Señor Amor Tímido:

No.

Firma: La chica de ojos tristones que de lunes a viernes viaja en el 60, de ida y vuelta, en el asiento de la ventana de la 7º fila.

¡Qué feliz se puso! Tanto que sopó el diario en el café con leche, se metió una medialuna bajo al brazo y así salió a la calle. El viaje fue como siempre: él en silencio, ella pegada a la lectura.

Al otro día, apareció este anuncio:

A la chica de ojos tristones que de lunes a viernes viaja en el 60, de ida y vuelta, en el asiento de la ventana de la 7º fila:

¿Cómo se llama?

Señor Amor Tímido

Nuevamente, en el desayuno Archivaldo se desayunó con que se llamaba Margarita. Fue y publicó esto:

¡Qué lindo! Como la flor.

Señor Amor Tímido

En la página 3 del diario del día siguiente, el tímido leyó:

Al señor Amor Tímido:

Sí, ¿vio?

Aviso va, aviso viene, comenzaron a conocerse. En letras de molde se contaron cosas como la música que escuchaban, las películas que preferían, lo que habían comido ayer y cenarían hoy, el gusto compartido por los animales y los enanos de jardín, sus coincidencias sobre política, geografía o sabores de helados; también sus diferencias respecto a literatura, modelos de zapatos o si la ch es o no una letra.

Un lunes, tras ver de reojo que ella acariciaba el anuncio de aquel día, Archivaldo se animó. Le dijo como al pasar:

—¡Qué loco, no!

—¡Ajá! Loco, pero lindo.

Los avisos siguieron apareciendo, generando un efecto dominó inesperado. De pronto, todas las chicas de ojos tristones de la ciudad creyeron ser la que de lunes a viernes viajaba en el 60, de ida y vuelta, contra la ventana de la 7º fila. Y cada vergonzoso solitario pensó que era el Señor Amor Tímido. Así, los que como Archivaldo gustaban de alguien se animaron y confesaron su amor. Las personas de ojos tristones estuvieron atentas a ver quién podía ser su amor tímido y descubrieron que siempre alguien las quería en secreto pero tenía vergüenza de decírselo.

Se formaron parejas. Los titulares anunciaban el crecimiento del índice de enamorados y el descenso del de tímidos y del de ojos tristones. En la página 3, seguían los avisos.

A esa altura, Archivaldo y Margarita ya conversaban en sus viajes. Ella le leía las noticias y él le daba su opinión. También hablaban de los anuncios. Que ¿quiénes serían el Señor Amor Tímido y la chica de ojos tristones que de lunes a viernes viaja en el 60, de ida y vuelta, hacia la ventana de la 7º fila? ¿Dónde vivirán? ¿Serán rubios, morochos, pelados, altos, bajos, gordos, flacos? ¿Se conocerían alguna vez?

Así, él ganó confianza y a ella, su habitual compañero de viaje comenzó a gustarle. Por eso, un día Archivaldo (y toda la ciudad), leyó el siguiente anuncio:

Al estimado Señor Amor Tímido:

Le ruego me disculpe, pero no puedo seguir con esto. Hay alguien que me gusta y no sería correcto avivar su ilusión. Espero me entienda.

Suya, La chica que ya no tiene ojos tristones que de lunes a viernes viaja en el 60, de ida y vuelta, en el asiento de la ventana de la 7º fila.

La ciudad entera esperó con ansias hasta el otro día. En parques, bares, oficinas, esquinas y colectivos, se leyó:

A la querida chica que ya no tiene ojos tristones que de lunes a viernes viaja en el 60, de ida y vuelta, en el asiento de la ventana de la 7º fila:

La entiendo. No tiene por qué disculparse. Espero que ese alguien que le gusta, la haga muy feliz. Hasta la vista.

Señor Amor Tímido

Los avisos dejaron de aparecer. Pero afortunadamente, los porcentajes de tímidos y ojos tristones se mantuvieron en el piso. Los de enamorados, estables.

Archivaldo ya no viajó en silencio. Margarita no se pegaba al diario. Iban y venían, de lunes a viernes, sentados en cualquier parte del colectivo o parados, pero tomados de la mano. Sábados y domingos disfrutaban de su amor. Sin timidez.

Texto: Fabián Sevilla

Imagen: Manuel Purdía