Cuando Griselda empezó a protestar y a refunfuñar nadie se asombró. Ya la conocían bien. Era cosa de todos los días que se le ocurriera un capricho nuevo.
—¡Quiero ir! —gritaba—. ¿Por qué no puedo? ¡Quiero ir al cine!
Claro… que alguien quiera ir al cine no parece algo tan raro ni caprichoso, ¿no? Pero en este caso sí se trataba de algo muuuuuuy raro y muuuuuy caprichoso. ¿Saben por qué? Porque Griselda es una vaca. Sí, una vaca de verdad, de las que tienen manchas, dan leche, y dicen muuuuu. Aunque Griselda dice muchas cosas más. Ella no se queda nunca con un simple mu.
El asunto del cine empezó así:
—Muuuu…chas ganas tengo de ir al cine —dijo de buena manera. Pero nadie le hizo caso.
—Muuuu…riéndome de ganas estoy —continuó exagerando un poquito. Pero nadie se preocupó.
—Muuuu…jeres y hombres pueden ir. ¿Por qué yo no? —preguntó. Pero nadie le contestó.
—Muuu…y pero muy feliz sería si me dejaran ir —intentó conmover al resto. Pero nadie se conmovió.
—¡Muuu…évanse de una vez y déjenme pasar que me voy al cine! —gritó mientras se abría paso entre las otras vacas.
Y así partió caminando Griselda, moviendo la cola y pensando qué película iría a ver en su debut en el cine. “Una de acción”, se dijo, “sí, una llena de efectos especiales, con actores musculosos…”. “O mejor…una bien romántica. Una historia de amor que me haga llorar.” “¿Y por qué no una de dibujitos animados?” se preguntó. “O un drama muy muy triste… o una comedia… o…”
Iba pensando tan distraída que casi no se dio cuenta que había llegado a la puerta del cine.
Griselda estaba tan emocionada que se hubiera puesto a saltar en una pata (pero, pobre, para los que tienen cuatro patas resulta una misión imposible). Lo primero que hizo fue buscar el puesto donde vendían los pochoclos y se puso última en una cola bastante larga que había para comprar.
La gente en la cola comenzó a sentir un olor extraño, entonces empezaron a buscar de dónde venía. “¿De dónde viene?”, se preguntaban unos a otros. Griselda, que estaba segura de saber de dónde provenía ese olor, intentó hacerse la simpática y contestó:
—Muuuu…cho perfume usan las mujeres para ir al cine.
Pero lamentablemente para la vaca, a nadie le resultó simpático su comentario. El problema fue que hasta entonces no la habían visto, y fue recién cuando ella habló que la descubrieron. Toda la cola comenzó a gritar. “¡De ahí viene! ¡De esa vaca!”. Algunos se preguntaban si era de verdad, así que fueron a tocarla, algunos chicos hasta le hicieron cosquillas. ¡Y ella odiaba las cosquillas más que a nada en el mundo!
Un señor les dijo a sus hijos:
—Miren esa vaca chicos, seguro que es una nueva publicidad de la hamburguesería.
Al escucharlo, Griselda casi se largó a llorar. “¿Publicidad de la hamburguesería? Si yo soy vegetariana.” No hace falta aclarar que la idea de que la relacionen con hamburguesas no hacía a la vaquita muy feliz que digamos.
Y sus problemas recién comenzaban… Después de sacar la entrada entró a la sala. El único asiento libre estaba en el medio de la fila, así que imagínense el desastre que fue llegar hasta ahí. Una vez en su lugar, comenzó la hazaña por lograr sentarse. ¿Alguna vez vieron a una vaca intentar entrar en un asiento de cine? La gente la retaba porque tapaba la pantalla, así que la vaca se quedó acurrucada sin poder ver nada hasta que terminó la película.
Griselda era tan orgullosa que, al volver al campo, les dijo a todos que el cine le había encantado.
—¡Qué suerte! —le dijeron—. ¿Y qué película viste?
—Un drama… —contestó Griselda —. Uno muuuuuy muuuuuuy triste.
Melina Pogorelsky