Como la mona estaba como la mona, llamó al perro. Con tan mala suerte, que el perro estaba en un día de perros.
—Si yo estoy como la mona y vos en un día de perros, mejor vamos a dar una vuelta manzana.
En la esquina se encontraron con un gato que les ofreció gato por liebre.
—Yo estaré como la mona y vos en un día de perros, pero no por eso vamos a aceptar gato por liebre —dijo la mona, y siguieron caminando.
Entonces, la mona que estaba como la mona y el perro que estaba en un día de perros se encontraron con un lobo que tenía la boca abierta.
—Yo estaré como la mona y vos en un día de perros, pero no por eso vamos a meternos en la boca del lobo —dijo la mona, y siguieron caminando.
Después de tanto caminar, la mona y el perro estaban bastante cansados.
—¿Y si dormimos un poco… como cocodrilo al sol? —propuso el perro que tenía un día de perros.
—No, dormir no. Cocodrilo que duerme lo transforman en cartera…
La mona que estaba como la mona y el perro que estaba en un día de perros andaban de mal en peor y no sabían qué hacer para matar el tiempo.
En ese momento escucharon un “miauuuu, miauuuu, miauuuu…”.
—Acá hay gato encerrado…—dijo la mona
—¿Cómo sabés? —preguntó el perro.
—Me lo contó un pajarito.
—Ahhh… —dijo el perro abriendo la boca.
—A vos, ¿te gusta comer moscas?
—¡No!
—¡Entonces mejor cerrala, que en boca cerrada no entran moscas!
La mona que estaba como la mona y el perro que estaba en un día de perros, fueron a ver de dónde venía el maullido. Caminaron hasta la otra esquina, donde encontraron una caja.
La mona abrió la caja y un gato salió de un salto.
—¡Suerte que tenés siete vidas! —dijo el perro
—¿Quieren venir a mi casa a jugar? —les preguntó el gato.
—¡Sí! —dijeron la mona que estaba como la mona y el perro que tenía un día de perros.
Desde ese día, cuando la mona está como la mona y el perro tiene un día de perros se van a jugar a la casa del gato.
Y que nunca falte un gato para lamer el plato, o divertirse un rato.
Florencia Esses