Félix Samaniego
El labrador y la providencia
Un labrador cansado,En el ardiente estío, Debajo de una encina Reposaba pacífico y tranquilo. Desde su dulce estancia Miraba agradecidoEl bien con que la tierra Premiaba sus penosos ejercicios. Entre mil producciones,Hijas de su cultivo, Veía calabazas, Melones por los suelos esparcidos. «¿Por qué la Providencia,Decía entre sí mismo, Puso a la ruin bellota En elevado preeminente sitio? ¿Cuánto mejor seríaQue, trocando el destino, Pendiesen de las ramas Calabazas, melones y pepinos?» Bien oportunamente,Al tiempo que esto dijo, Cayendo una bellota,Le pegó en las narices de improviso. «Pardiez, prorrumpió entoncesEl Labrador sencillo, Si lo que fue bellota,Algún gordo melón hubiera sido, Desde luego pudieraTomar a buen partido En caso semejante Quedar desnarigado, pero vivo.» Aquí la Providencia Manifestarle quisoQue supo a cada cosaSeñalar sabiamente su destino. A mayor bien del hombre Todo está repartido:Preso el pez en su concha,Y libre por el aire el pajarillo.