La lechuza (Fabula)

Cobardes son y traidores
ciertos críticos que esperan,
para impugnar, a que mueran
los infelices autores,
porque, vivos, respondieran.


Un breve caso a este intento
contaba una abuela mía.
Diz que un día en un convento
entró una lechuza... Miento,
que no debió ser un día.


Fue, sin duda, estando el sol
ya muy lejos del ocaso...
Ella, en fin, se encontró al paso
una lámpara o farol
(que es lo mismo para el caso),


y volviendo la trasera,
exclamó de esta manera:
«Lámpara, ¡con qué deleite
te chupara yo el aceite,
si tu luz no me ofendiera!


Mas ya que ahora no puedo,
porque estás bien atizada,
si otra vez te hallo apagada,
sabré, perdiéndote el miedo,
darme una buena panzada».

Tomás de Iriarte