Félix Samaniego
El herrero y el perro
Un Perro que no hacíaSino comer, dormir y estarse echado; De la casa jamás tuvo cuidado; Levantábase sólo a mesa puesta; Entonces con gran fiestaAl dueño se acercaba,Con perrunas caricias lo halagaba, Mostrando de cariño mil excesos Por pillar las piltrafas y los huesos. «He llegado a notar, le dijo el amo, Que aunque nunca te llamoA la mesa, te llegas prontamente; En la fragua jamás te vi presente, Y yo me maravilloDe que, no despertándote el martillo, Te desveles al ruido de mis dientes. Anda, anda, poltrón; no es bien que cuentes Que el amo, hecho un gañán y sin reposo, Te mantiene a lo conde muy ocioso.»El Perro le responde:¿Qué más tiene que yo cualquiera conde? Para no trabajar debo al destinoHaber nacido perro, no pollino.» «Pues, señor conde, fuera de mi casa; Verás en las demás lo que te pasa.» En efecto salió a probar fortuna,Y las casas anduvo de una en una. Allí le hacen servir de centinela Y que pase la noche toda en vela, Acá de lazarillo y de danzante,Allá dentro de un torno, a cada instante, Asa la carne que comer no espera.Al cabo conoció de esta manera Que el destino, y no es cuento,A todos nos cargó como al jumento.