el pesado volar conocía,
deseando sacar una cría
más ligera, aunque fuese bastarda.
A este fin, muchos huevos robados
de alcotán, de jilguero y paloma,
de perdiz y de tórtola toma,
y en su nido los guarda mezclados.
Largo tiempo se estuvo sobre ellos,
y aunque hueros salieron bastantes,
produjeron, por fin, los restantes
varias castas de pájaros bellos.
La avutarda mil aves convida
por lucirlo con cría tan nueva;
sus polluelos cada ave se lleva,
y hete aquí la avutarda lucida.
Los que andáis empollando obras de otros,
sacad, pues, a volar vuestra cría.
Ya dirá cada autor: «Ésta es mía»,
y veremos qué os queda a vosotros.
Tomás de Iriarte