Serafín, una aventura sin fín

En uno de los barrios más porteños de Buenos Aires, vivía Serafín, vivía en San Telmo. Sí ahí mismo, cerquita de la plaza, en donde todos los domingos se baila el tango, ¡claro, esa misma ¡! Donde van muchos chicos a andar en bicicleta, comer pochoclos o andar en monopatín.

¿Querés saber cómo era serafín?,era tan, pero tan alto que a veces a sus amigos le parecia que tocaba el cielo con sus manos y era tan flaco que podía pasar, sin lastimarse, entre dos rejas.

Todas las mañanas colgaba su mochila al hombro, se ponía el gorro rojo de lana, tejido por la tia Felisa, y silvando bajito sé iva a su escuela, de la mano de su abuela. Los vecinos lo saludaban al pasar:

-chau Serafín saludos a tu mamá

-hola Serafín, ¿ cómo anda tu papá?.

Y así entre holas y chauses llegaba tempranito y feliz a clase.

¡ah! ¡ me olvidaba de contarte! Serafín no veia, era ciego, no podía ver ni los árboles, ni el sol, ni la cara de sus amigos. . . Ni una manzana, pero igual los conocía, pues "los tocaba", "los olia", "los escuchaba", sus manos eran cómo mágicas, al tocar la cara de su mamá, el se daba cuenta, si ella estaba contenta o triste, cuando sentia con su naríz la fragancia de los jazmines, mezclado con olor a tortas recién horneadas, sabía que estaba frente a la casa de sus abuelos, podía caminar sin tropezarse por cada calle de su barrio, cuando escuchaba a su perro ladrar salia a la puerta de la casa a recibir a quién lo visitaba.

Sus amigos lo querían mucho y siempre lo ayudaban, en las cosas que por no ver, le resultaba difícil hacer, cómo por ejemplo, jugar a las escondidas. Siempre se escondía con alguno de ellos. Él estaba feliz de tener esos amigos, pero apenado porque nunca los había podido ayudar

Todas las noches antes de dormirse pensaba"cómo me gustaría que algun día Pedro, Inés o Julián me necesitaran y yo poder ser quién los ayude, pero me parece que esto no va a suceder". . . Y así se dormía aflijido por no poder cumplir este deseo.

Un día cuando llegó a la escuela, la maestra le dió una gran noticia

-¡el viernes próximo se hará el campamento!!!!

¡No podía sentir tanta dicha era su primer campamento!, cómo estaba en preescolar y ya habían cumplido los cinco, estaban grandes para dormir en una carpa, sin la compañía de sus papás, cuántas aventuras vivirían, sólo faltaban siete días

...Y llegó el viernes. . .

Estaban todos y todo, sus compañeritos, la señorita Clara, las cuatro carpas, la fogata, la guitarra, las bolsas de dormir. . . Y las nubes. . . Sí, desde la tardecita, se asomaban "amenazantes".

La tía Felisa que sabía mucho de nubes y cielos le había dicho:

-llevá botas de lluvia, porque se viene la tormenta.

Y la mamá se las había puesto dentro de su bolso.

Comenzó a oscurecer, el profesor de música cantaba la canción que más lo divertía, |su amigo Julián percutía unos toc-toc a su lado, cuando Pedro se le acercó al oido y le dijo en secreto:

-con Inés y Julián queremos ir al patio de los nenes más grandes. ¿querés venir?

-¿solos?

-sí, solitos los cuatro.

-pero, si la maestra nos descubre se va a enojar.

-esta entretenida, ¡dale vamos!

-está bien ¡vamos!

Así con pasos silenciosos y apurados salieron del patio de los niños más pequeños, pasaron por un pasillo con muchas luces, caminaron por la sala de computación, bajaron por las escaleras de mármol, atravesaron el jardín de las rosas y. . . Por fin llegaron al patio de los más grandes.

-¡oh! ¡qué enorme es este patio! Se oia decir a Julián

-¡corramos! ¡ujiu!!! ¡qué divertido! ¡. Inés, vení hasta el bebedero, mirá cuanta agua sale!

Inés llevando a Serafín tomado de su mano riéndose y corriendo, llegó hasta el glorioso bebedero, en donde los esperaba Pedro, para mojar sus manitos en el agua fría.

Los cuatro se abrazaban, corrían, saltaban, sus carcajadas se oian hasta la cocina del colegio.

De repente todo se oscureció.

-¡hay, tengo miedo!!-gritó Inés

-¿por qué? -dijo Serafín( que cómo no veia no se daba cuenta de lo que había pasado.

-no hay luz y no vemos nada.

-ni siquiera nos alumbra la luna porque está nublado-no terminó de decir eso Pedro, cuando un ruido estremecedor se escuchó casi dentro del patio.

-¡auxilio!!!!

-¡ayuda!!!!

-¡socorro!!!!

-eso fue un trueno-dijo tranquilo Serafín, no tengan miedo.

-pero es que no vemos nada y. . . Y. . . Comenzó a llover

-¡mamá!!!!!buaaaa!- Lloraba Inés

-volvamos a donde están la maestra y nuestros amiguitos.

Adelante caminaba Serafín, que los guiaba, pues él no necesitaba la luz para caminar sin tropezarse, estaba acostumbrado, abrazada a él, Inés temblorosa y asustada, de su mano, Pedro que se reía de los nervios y por último Julián que sólo decía

-mamá quiero, a mi mamá.

-aquí está el patio de las rosas, me doy cuenta por el aroma, cuidado con lastimarse con las espinas.

-¡hay! Yo me raspé –gritó Julian-¡mi mamá quiero a mi mamá!

-caminen por el borde tocando la pared

En ese instante Pedro que se había soltado de la mano de Inés -exclamó- me golpee el pie, aquí hay algo.

-¡cuidado, es la escalera!!

-¿cómo sabés, Serafín?

-por el frío del lugar, yo siempre que subo esta escalera siento el frío del mármol. Deben subir con cuidado tocando con la punta del pie el siguiente escalon.

Cuando sintieron el último escalon, respiraron aliviados.

-ahora pasaremos por la sala de computación, las puntas de las mesas pueden dañarlos, estiren sus brazos para que sean sus manitos las que toquen con cuidado los escritorios de las computadoras.

Los tres amiguitos en hilera seguían a Serafín que los guiaba orgulloso.

Y por ultimo. . .

-patapluf!!!-Julián estaba caido en el piso porque se llevo por delante lapuerta que los llevaba al gran pasillo.

-¡hay mamita, socorro!!

-no seas espamentoso –le contestó Inés arrastrándolo de la campera.-vamos Julian, parate y seguí.

-aquí esta el gran pasillo, abran sus brazos y toquen las dos paredes de los costados, caminen seguros y sin temor-les aconsejó Serafín.

Cuando llegaron al final escucharon la voz de su maestra y sus compañeros cantando:

"no tenemos mie... E... Do, no tenemos mie... E... Do ".

Despacito se acercaron al fogón y sentándose al lado de sus amiguitos, cantaron fuerte, fuerte la canción.

La señorita Clara los vio y les preguntó

-¿adónde estaban?

-fuimos al baño

-deben pedir permiso, para ir al baño, ¡que no vuelva a pasar!

-sí seño, así será.

Los cuatro sonrieron dichosos por la aventura que habían vivido, pero Serafín era el más afortunado, pues había podido, por fin ayudar a sus amigos.

Nunca olvidaría su primer campamento.

Patricia de Iglesias Torres