El pez ecológico

Donde las aguas son cristalinas y todas las especies tú las puedes observar, allí tenía su castillo Principito, el heredero del mar. Él era hijo de Neptuno y de la Reina Isamar, y como niño travieso, no dejaba de explorar.

En un descuido de sus padres, quiso conocer más el mar, buscó al caballito dorado y empezó a flotar y flotar, las profundidades inmensas eran un lejano lugar.

Se encontraba en la superficie y quería todo observar, se acercó más a la orilla, donde el hombre cada día va su sustento a buscar. Pero, ¡oh, Dios mío! ¿Qué pasaba en ese lugar? Allí no había peces, ni mariscos, ni nada que pudiera sacar.

Para poder explicárselo debió observar, observar, se acercó aún más a la orilla donde los niños suelen jugar, pero ¡qué horror, Dios mío! ¿por qué tanta suciedad? El pececito no comprendía como el hombre no podía pensar que echando desperdicios, aguas sucias y basura, contaminaba el mar.

Al verlo tan asustado, sus padres no lo pudieron castigar. Qué le pasaba a Principito, los dos corrieron a preguntar.

El pequeño, todo nervioso, no era claro al narrar pero sus padres comprendieron lo que él quería explicar.

Buscaron entonces sus corceles dorados y del pequeño se hicieron acompañar, recorrieron el mismo camino que antes había hecho el pequeño, hasta que la orilla pudieron alcanzar.

Lo que los Reyes veían no lo podían soportar, el Rey estaba desconcertado y la Reina por igual.

Le pidieron al Tatita Dios les aconsejara que podían realizar, y Él, con su gran sabiduría, iluminó al rey del mar.

Él hizo que todas las especies se reunieran en el fondo del mar, les dijo que todos ellos debían colaborar, porque si el hombre no comprendía el daño que estaba haciendo, ellos algo debían tramar.

Y esto fue lo que hicieron por muchos y muchos largos días, nadie podía salir de su hogar. Así, él comprendería y trataría de ayudar.

Los hombres iban y venían cada día con sus embarcaciones vacías. Y esto continuaba día tras día, Hasta que cayeron en una gran desesperación, porque aunque el mar les permitía navegar, no había peces ni especies marinas que sacar.

Todos se reunieron entonces, en la sede local llamaron a los sabios del lugar, pero nadie sabía que podía ser lo que ocurría.

Asombrados miraron alrededor del mar y vieron la suciedad que había y el más anciano dijo con gran sabiduría, si ustedes no limpian, luego serán los culpables de que un día en esta querida mar no encontremos comida.

Pero con lo que estamos haciendo, hemos ido terminando todas las posibilidades de vida. Así que empiecen a limpiar y limpiar toda esa suciedad y verán que en el mar los peces aparecerán.

Primero se negaban a creer, pero como los niños son los más empeñosos, ellos fueron los primeros que empezaron a limpiar e imitando su ejemplo, los padres también se pusieron a limpiar.

Cuando estaba todo muy limpio, la playa era un hermoso lugar, el mar se veía cristalino y las olas venían a jugar.

Entonces el anciano sabio les dijo a los pescadores del lugar, ahora que habéis limpiado pueden ir a navegar, verán que el mar complacido su esfuerzo va a premiar.

Así todos lo hicieron e iban cantando a la mar. Principito y sus padres habían venido a observar, y como todo estaba limpio, dieron la esperada señal, todos los peces salieron y los pescadores los pudieron atrapar.

Pero como los hombres del mar son sabios, por la dura faena que les toca realizar comprendieron entonces lo que les había sucedido y se comprometieron a velar porque su querida mar fuera un lugar muy limpio y tranquilo donde sus hijos pudieran jugar.

Y desde ese día todos juntos velaron por la ecología.

Principito y sus papás están felices allá donde la mar es tibia, limpia y tranquila. Y todos los de sus especies viven sus hermosas vidas.

Moraleja: Si tu cuidas que en tu playa no echen basuras, ni aguas sucias estarás velando por la ecología, cooperando con la descontaminación. Pide a tus padres y amigos que hagan lo mismo y así en el futuro podremos contar con las ricas especies que nos entrega la mar.

Elena Beatriz Núñez Araya