Mira hacia todos lados, descubriendo que unas pequeñas, pero perfumadas manzanas se desperezan dentro de una canasta.
-¿Quién interrumpe nuestra tranquila siesta?- chillan. Se asoman y ¿qué ven?.
A esa pequeña gata atrevida que se toma toda la confianza del mundo.
Quiso jugar con ellas ( las manzanas ), acercando sus manos para tocarlas, pero se asustan tanto que ruedan y TACA—TAC caen dentro de la pileta de la mesada aplastando a las hojas de lechuga que en posición de descanso, están secándose como quién toma sol.
Al sacudirse las gotas, las lechugas mojan el hocico de Loly, la gata curiosa, que espantada corre hacia el living sin poder probar bocado. Haciendo equilibrio por el borde de la pileta saltan a una ensaladera acomodándose una al lado de otra.
Ante tanto revuelo la sal fina no quiso ser menos. Se asoma inclinándose por el borde de la repisa donde está dormitando y abre tan rápido los ojos que se destapa violentamente cayendo PATAPUFF en forma de lluvia sobre las tiernas hojas de lechuga.
-¡¡¡ En guardia!!! ¿Quién nos ataca?-, gritan enojadas chocándose entre sí.
La botella de aceite que está parada como un soldado, se queda callada y silenciosa sin entrar en combate.
Un fuerte ¡¡¡CHIST!!! retumba en las paredes de la cocina, queriendo poner orden al griterío de las lechugas. Es un frasco gordo de mayonesa con los brazos en la cintura que rezongando salpica y mancha con sus resoplidos a las cucharas, tenedores, repasadores y ollas que están a su alrededor, imponiendo respeto.
Nadie entiende que está pasando, cuando de pronto con una esponja en una mano y el detergente en la otra, haciendo mucha pompa, entra patinando el pan de jabón en su ayuda. Llega tan rápido que tropieza con las tapas de empanadas que están acostadas en la mesada esperando su turno para ser rellenadas. Salta por encima de ellas dejando una estela de espuma a su paso.
Las pobres tapas casi ahogadas comienzan CHUFF—CHUFF, a toser desesperadas.
Resuena un ¡¡¡ATCHÍS !!! contra la ventana. Es que en su loca carrera el jabón también
atropella a un pote de dulce de leche que al caer y destaparse rocía y embadurna a los desvalidos azulejos que se miran despavoridos sin saber que hacer.
El dulce, despacio y callado quiere desaparecer sin que nadie se de cuenta. Se quiere borrar.
Comienza a deslizarse de la mesada hacia el piso, pero rebota contra algo frío y húmedo.
-¿Quién se atreve a interrumpir mi caída?- piensa.
Es el hocico frío y la lengua húmeda de Loly, la pícara gatita, que ante tanto bullicio entra brincando para observar que sucede en la cocina. Lo hace con tanta velocidad que cae desparramada encima de la mesada.
Se le escapa un ¡¡OH!! ¡¡OH!!, cuando oye unos pasos rápidos y apretados que se acercan. Es la dueña de casa seguida por Lucas, su pequeño hijo, que entran imprevistamente al oír el estruendo que se produce por el choque de la gata contra frascos, ollas y sartenes.
Está tan asustada que casi no ve por donde tiene que bajar.
Parece una estatua viviente con la mejor cara de yo no fui.
Lucas y su mamá estallan en carcajadas cómplices.
Al fin, piensa la revoltosa gatita: -¿Qué importa todo, si me acaricia la risa fresca de los dueños de casa?, saltando a los brazos del niño envuelta en mimos.
Lucas se queda pensativo. En un futuro lejano, los alimentos... ¿serán los dueños del Planeta?.
Luisa Ana El silencio de la cocina es interrumpido por unos traviesos caramelos que corren despavoridos por la mesada húmeda, haciendo temblar sus pantalones de celofán, ante la llegada imprevista de Loly, la traviesa gatita que irrumpe refunfuñando en busca de su alimento preferido.
Mira hacia todos lados, descubriendo que unas pequeñas, pero perfumadas manzanas se desperezan dentro de una canasta.
-¿Quién interrumpe nuestra tranquila siesta?- chillan. Se asoman y ¿qué ven?.
A esa pequeña gata atrevida que se toma toda la confianza del mundo.
Quiso jugar con ellas ( las manzanas ), acercando sus manos para tocarlas, pero se asustan tanto que ruedan y TACA—TAC caen dentro de la pileta de la mesada aplastando a las hojas de lechuga que en posición de descanso, están secándose como quién toma sol.
Al sacudirse las gotas, las lechugas mojan el hocico de Loly, la gata curiosa, que espantada corre hacia el living sin poder probar bocado. Haciendo equilibrio por el borde de la pileta saltan a una ensaladera acomodándose una al lado de otra.
Ante tanto revuelo la sal fina no quiso ser menos. Se asoma inclinándose por el borde de la repisa donde está dormitando y abre tan rápido los ojos que se destapa violentamente cayendo PATAPUFF en forma de lluvia sobre las tiernas hojas de lechuga.
-¡¡¡ En guardia!!! ¿Quién nos ataca?-, gritan enojadas chocándose entre sí.
La botella de aceite que está parada como un soldado, se queda callada y silenciosa sin entrar en combate.
Un fuerte ¡¡¡CHIST!!! retumba en las paredes de la cocina, queriendo poner orden al griterío de las lechugas. Es un frasco gordo de mayonesa con los brazos en la cintura que rezongando salpica y mancha con sus resoplidos a las cucharas, tenedores, repasadores y ollas que están a su alrededor, imponiendo respeto.
Nadie entiende que está pasando, cuando de pronto con una esponja en una mano y el detergente en la otra, haciendo mucha pompa, entra patinando el pan de jabón en su ayuda. Llega tan rápido que tropieza con las tapas de empanadas que están acostadas en la mesada esperando su turno para ser rellenadas. Salta por encima de ellas dejando una estela de espuma a su paso.
Las pobres tapas casi ahogadas comienzan CHUFF—CHUFF, a toser desesperadas.
Resuena un ¡¡¡ATCHÍS !!! contra la ventana. Es que en su loca carrera el jabón también
atropella a un pote de dulce de leche que al caer y destaparse rocía y embadurna a los desvalidos azulejos que se miran despavoridos sin saber que hacer.
El dulce, despacio y callado quiere desaparecer sin que nadie se de cuenta. Se quiere borrar.
Comienza a deslizarse de la mesada hacia el piso, pero rebota contra algo frío y húmedo.
-¿Quién se atreve a interrumpir mi caída?- piensa.
Es el hocico frío y la lengua húmeda de Loly, la pícara gatita, que ante tanto bullicio entra brincando para observar que sucede en la cocina. Lo hace con tanta velocidad que cae desparramada encima de la mesada.
Se le escapa un ¡¡OH!! ¡¡OH!!, cuando oye unos pasos rápidos y apretados que se acercan. Es la dueña de casa seguida por Lucas, su pequeño hijo, que entran imprevistamente al oír el estruendo que se produce por el choque de la gata contra frascos, ollas y sartenes.
Está tan asustada que casi no ve por donde tiene que bajar.
Parece una estatua viviente con la mejor cara de yo no fui.
Lucas y su mamá estallan en carcajadas cómplices.
Al fin, piensa la revoltosa gatita: -¿Qué importa todo, si me acaricia la risa fresca de los dueños de casa?, saltando a los brazos del niño envuelta en mimos.
Lucas se queda pensativo. En un futuro lejano, los alimentos... ¿serán los dueños del Planeta?.
Mira hacia todos lados, descubriendo que unas pequeñas, pero perfumadas manzanas se desperezan dentro de una canasta.
-¿Quién interrumpe nuestra tranquila siesta?- chillan. Se asoman y ¿qué ven?.
A esa pequeña gata atrevida que se toma toda la confianza del mundo.
Quiso jugar con ellas ( las manzanas ), acercando sus manos para tocarlas, pero se asustan tanto que ruedan y TACA—TAC caen dentro de la pileta de la mesada aplastando a las hojas de lechuga que en posición de descanso, están secándose como quién toma sol.
Al sacudirse las gotas, las lechugas mojan el hocico de Loly, la gata curiosa, que espantada corre hacia el living sin poder probar bocado. Haciendo equilibrio por el borde de la pileta saltan a una ensaladera acomodándose una al lado de otra.
Ante tanto revuelo la sal fina no quiso ser menos. Se asoma inclinándose por el borde de la repisa donde está dormitando y abre tan rápido los ojos que se destapa violentamente cayendo PATAPUFF en forma de lluvia sobre las tiernas hojas de lechuga.
-¡¡¡ En guardia!!! ¿Quién nos ataca?-, gritan enojadas chocándose entre sí.
La botella de aceite que está parada como un soldado, se queda callada y silenciosa sin entrar en combate.
Un fuerte ¡¡¡CHIST!!! retumba en las paredes de la cocina, queriendo poner orden al griterío de las lechugas. Es un frasco gordo de mayonesa con los brazos en la cintura que rezongando salpica y mancha con sus resoplidos a las cucharas, tenedores, repasadores y ollas que están a su alrededor, imponiendo respeto.
Nadie entiende que está pasando, cuando de pronto con una esponja en una mano y el detergente en la otra, haciendo mucha pompa, entra patinando el pan de jabón en su ayuda. Llega tan rápido que tropieza con las tapas de empanadas que están acostadas en la mesada esperando su turno para ser rellenadas. Salta por encima de ellas dejando una estela de espuma a su paso.
Las pobres tapas casi ahogadas comienzan CHUFF—CHUFF, a toser desesperadas.
Resuena un ¡¡¡ATCHÍS !!! contra la ventana. Es que en su loca carrera el jabón también
atropella a un pote de dulce de leche que al caer y destaparse rocía y embadurna a los desvalidos azulejos que se miran despavoridos sin saber que hacer.
El dulce, despacio y callado quiere desaparecer sin que nadie se de cuenta. Se quiere borrar.
Comienza a deslizarse de la mesada hacia el piso, pero rebota contra algo frío y húmedo.
-¿Quién se atreve a interrumpir mi caída?- piensa.
Es el hocico frío y la lengua húmeda de Loly, la pícara gatita, que ante tanto bullicio entra brincando para observar que sucede en la cocina. Lo hace con tanta velocidad que cae desparramada encima de la mesada.
Se le escapa un ¡¡OH!! ¡¡OH!!, cuando oye unos pasos rápidos y apretados que se acercan. Es la dueña de casa seguida por Lucas, su pequeño hijo, que entran imprevistamente al oír el estruendo que se produce por el choque de la gata contra frascos, ollas y sartenes.
Está tan asustada que casi no ve por donde tiene que bajar.
Parece una estatua viviente con la mejor cara de yo no fui.
Lucas y su mamá estallan en carcajadas cómplices.
Al fin, piensa la revoltosa gatita: -¿Qué importa todo, si me acaricia la risa fresca de los dueños de casa?, saltando a los brazos del niño envuelta en mimos.
Lucas se queda pensativo. En un futuro lejano, los alimentos... ¿serán los dueños del Planeta?.
Luisa Ana Vita