La Bruja Piruja

Un buen día, hace ahora ya muchos y muchos años, los habitantes de la ciudad de Rosa se despertaron desconcertados.

Era el ruido de las trompas del Rey, que abrían paso a los mensajeros, los cuales proclamaban:

– Por orden de su majestad, se hace saber la llegada a nuestra ciudad de la terrible bruja piruja. Con los adultos es inofensiva, pero dicen que tiene poder para eliminar a todos los niños que se le pongan por delante. Por tanto, por esta real orden, todos los niños se quedarán encerrados en su casa hasta que la bruja piruja haya desaparecido y, con ella, el peligro para nuestros pequeños.

Había en la ciudad dos hermanos, Dolors y Bernardo, que se sintieron muy contrariados al sentir el bando, porque tenían pensado ir al bosque a buscar fresas, que por esa época estaba lleno.

Como Dolors, además de valiente, que era muy lista, propuso a su hermano:

– Podríamos ir al bosque disfrazados de matorrales. La bruja no nos vería y podríamos coger las fresas que quisiéramos.

Parecían totalmente dos espanta pájaros, cubiertos de ramas y hojas. Nada más llegar al bosque, vieron a la bruja que bajaba desde su escoba. Lo peor de todo era que Edu, el hijo del leñador, iba a tonteando por allí persiguiendo mariposas.

Desde su escondite, los dos hermanos vieron que la bruja se mojaba un dedo con saliva y decía, tocando la cabeza del niño:

– En oruga te has de convertir...

Y Edu se convirtió en una oruga.

Bernardo y Dolors se quedaron tan sorprendidos y atemorizados que no se atrevían a moverse. Hacía mucho calor, vieron que la bruja se quitaba su gran sombrero acabado en punta y lo dejaba en un lado, para tumbarse encima de la hojarasca y hacer una siestecita.

– Si la bruja no tuviera saliva, no podría hacer desaparecer a ninguno otro niño– razonó Dolors con un hilo de voz.

¡Y cómo roncaba! Estaba feísima, con la boca abierta, aquella narizota tan fenomenal y las greñas enmarañadas y escampadas.

Dolors susurró al oído de su hermano, y mientras él vigilaba, muerto de miedo, la niña corrió hasta casa del albañil, cogió un saco de yeso y volvió al bosque. Por fortuna, la bruja todavía estaba con la boca abierta. Rápidamente, Dolors vació el paquete de yeso dentro de su boca.

La bruja se despertó y comenzó a gritar. Y resultó que, cuanto más gritaba, mejor se mezclaba el yeso que tenía en la garganta con su saliva, hasta que se formó un tapón que no dejó pasar ningún grito.

Dolors, plantada ante la bruja, dijo:

– Vieja piruja, cuando hayas devuelto a Edu y a todos los demás niños a su forma primitiva, te sacaré el yeso de la boca.

La bruja dijo que si a todas las condiciones, pero Bernardo no se fiaba bastante y Dolors fue a buscar a los soldados del rey, los cuales se encargaron de que cumpliera su palabra. Después, lanzaron al fuego su escoba y a ella la echaron lejos de las fronteras del Reino, y nunca más pudo hacer mal a nadie, porque se quedó con la boca seca.

Y a la ciudad de Rosa se celebran brillantes fiestas en honor de los valientes hermanos Bernardo y Dolors.

Raúl Minchinela