Ésta es una historia que empieza al revés, termina al principio y sigue después. . .
En un pequeño pueblito vivía una hermosa perrita llamada Guala; ella era muy feliz de vivir en libertad y de poder correr por las montañas, los ríos y los lagos sin que nadie se lo prohibiera.
Guala era realmente un animal muy especial. Caminaba todo el día buscando nuevos amigos, aventuras y cosas nuevas para divertirse. Nunca se quedaba mucho tiempo en ningún lugar, porque enseguida se aburría. Para ella la vida era emoción, aventuras, magia, misterio. . .
Y ahora sí les contaré la historia que empezó al revés, terminó al principio y siguió después. . .
Una tarde de primavera Guala se fue a pasear por la plaza del pueblo y allí se encontró con sus amigas, "las perras vagabundas", con quienes jugó, corrió, saltó, se escondió y se divirtió mucho. Al llegar la noche se despidieron y Gualita se fue a dormir a su escondite preferido: un enorme hueco dentro de un tronco seco. Mientras dormía soñó que era un pájaro y le encantó sentirse pájaro. Antes había soñado que era un pez y también le había fascinado sentirse un pez. Algo empezó a inquietarla y decidió ir a visitar al duende Serafín, que vive en los bosques, seguramente él podría ayudarla.
Guala caminó durante tres días hasta que una tardecita debajo de un pino azul encontró al duende durmiendo una larga siesta. Muy preocupada le contó que ella ya no era feliz con sus amigas y que tenía muchísimas ganas de ser cualquier otro animal o de vivir en otro lugar, como por ejemplo en el cielo. Serafín, que era muy comprensible trató de ayudarla a pensar; pero ella insistía en que los bosques ya no la divertían y que los ríos ya no tenían misterios para ella.
El duende, no muy convencido, accedió a ayudarla y le concedió el deseo que Gualita le había pedido; pero le aclaró que no podría cambiar a cada rato de lugar y que si ella se mudaba ya no podría volver a su hogar. La perra muy convencida le dijo que aceptaba el desafío y que elegía vivir en el hermoso cielo junto a los pájaros, quienes la alegrarían con sus bellos cantos y que podría disfrutar así de la fascinante sensación de volar.
Serafín corrió a su casa y trajo un pequeño cascabel con el que tocó las patitas de la perrita y ésta comenzó a despegarse muy despacio del suelo; fue elevándose lentamente y subiendo hacia el cielo. Realmente Guala no lo podía creer; ahora sí se sentía muy feliz, pues podía ver todo su mundo desde arriba, mientras subía pudo ver a sus amigas corriendo en la plaza y a su amigo Juan jugando a las escondidas. Mientras se alejaba de la tierra saludaba al duende y daba saltos en el aire fascinada con el nuevo mundo que le esperaba.
Cuando llegó a la primera nube, se sentó a mirar hacia abajo, pues no podía creer lo que estaba viviendo. Al primer pájaro que pasó intentó saludarlo; pero éste se asustó tanto de ver una perra voladora que se escapó volando a toda velocidad. Luego pasó un gorrión, quien casi se desmaya al verla. Más tarde pasó una gaviota, quien al escuchar sus ladridos salió llorando del miedo.
¡Pobre Guali! Nadie la comprendía. Tanto se aburrió de no hablar con nadie que se quedó dormida. Al día siguiente al despertarse comenzó a buscar huesitos entre las nubes, pero no pudo hallar ninguno. Nuevamente intentó hacerse amiga de otro pájaro, pero en el cielo no están acostumbrados a ver perros, por lo tanto nadie quería acercársele porque le tenían terror.
Así pasó nuestra amiga sus días en el cielo: sola, triste, aburrida y muerta de hambre. Por fin se dio cuenta; ¡qué importante era ser perro!. Y ¡qué importante lo que uno es!. Sentadita en su nube lloró día y noche, noche y día, hasta que Serafín comprendió que Gualita había aprendido la lección y que ya no pretendería ser otro animal, y que le daría mucho valor a su mundo, cuidándolo y respetándolo como debe ser. Entonces el duende comenzó a bajar despacito la nube en donde estaba la perrita hasta que llegó a la tierra. Los dos tuvieron una larga charla; Guali le confesó haber estado equivocada con sus deseos y le auguró que lo que ella más quería en este mundo era ser perra y jugar con sus amigas como siempre lo había hecho. La aventura no fue fácil pero sirvió de mucho.
Y así termina esta historia que comenzó al revés contándoles el final al principio y la aventura después.
En un pequeño pueblito vivía una hermosa perra llamada Guala que muy feliz se encontraba con sus árboles, ríos y montañas. . .
Lucía Noemí Barbagallo