Por fin dejó de llover y es que a María de las Lluvias se le acabaron las lágrimas y paró de llorar. Entonces, el señor don Cielo ya estaba impaciente porque ahora, después del chaparrón, le tocaba el turno de salir a Martín el Arco Iris, que nunca llegaba tarde y sin hacerse esperar. ¡Martín apareció!
Estaba tan precioso luciendo su abanico de mágicos colores que las nubes al pronto, abrieron su gran cortina de espuma blanca para que Martín el Arco Iris hiciera su entrada triunfal en el hermoso escenario del cielo.
- ¡Mirad, mirad qué lindo está el Arco Iris! -decía una niña suspirando alegremente, mirando hacia arriba desde el portal de su casa.
Y otro niño exclamaba feliz contemplando a Martín: - ¡Veo el color rojo, y el naranja, también el amarillo y el verde y el azul . . .!
Pero un triste día ocurrió algo muy extraño.
- ¿Dónde te has metido Martín? ¡Ven aquí. . .!
Martín oyó la llamada de
- ¡Pobre Arco Iris...! ¿Qué te ha ocurrido? ¿Por qué ya no estás pintado de colores?
- No lo sé - respondió Martín destrozado de amargura. Y cuanto más triste se ponía, aún más se le oscurecía el feo color turbio como agua de jabón que manchaba su arquito.
- ¡No te lamentes más Martín! Olvidemos los pesares y buscaremos una solución. ¡Ya lo sé!-
Entonces,
- ¡Llamando al Viento del Norte...! ¡Llamando al Viento del Sur! ¡Ya podéis soplar! Ordenaba Viento muy satisfecha, sentada frente al ordenador central, con su culo requetegordo y sus pelos azules de punta; en cada punta había una bombilla que se encendía cuando hablaba y se apagaba al callar.
- ¡Martín ha perdido sus colores porque del Planeta Tierra sube por el aire mucha suciedad hacia el cielo! Y tanta porquería ha borrado los mágicos colores de su Arco Iris. Viento cerró el libro y miró por su telescopio para ver el Planeta Tierra mientras les comentaba a sus amigos: ¡uy, cuanta suciedad! ¡Asomaos para que la veáis!
- Sí, sí - decía
- ¿De dónde sale tanto humo? -preguntó Martín con angustiada sorpresa.
- La culpa de todo este polvo mugriento la tienen los hombres y mujeres del Planeta Tierra. Ensucian el aire puro con el humo de las chimeneas de sus fábricas; también echan a perder las aguas de los mares y ríos y entre ellos se pelean y se hacen la guerra luchando con negras bombas que explotan y suben por el aire y destruyen los lindos colores de Martín - respondió
- ¡Con razón me he quedado así de pajizo! - se quejó Martín superfurioso.
- Por ello -continuó
- ¿Pero dónde están los colores, Viento. . .? preguntó confuso Martín- ¡El mundo es muy grande, no lo encontraremos jamás! -
- Encontrarás tus colores si los buscas con fe. No lo olvides Martín, con fe. Los colores están en todas partes, esperando que los rescates.
Sin perder un minuto, Martín y
- ¡Qué guapo estás Martín! -le dijo feliz
Y siguieron volando y volando hasta llegar a otro fantástico lugar: ¡AMERICA! Desde su cielo, Martín y
- ¡Mira Princesa! - Martín bailaba rebosando sonrisas - ¡Ya tengo mi color verde! Ya lo tengo. ¡Vayamos a buscar los que me faltan!
Continuaron el vuelo hasta llegar a otra tierra: EUROPA. Allí les recibió trotando un elegante caballo blanco que cabalgaba por las olas de las playas del hermoso Mar Mediterráneo. Juguetearon en su arena y al pronto, ¡el azul de las olas besó al azul del cielo y nacieron miles de globos azulados! Martín, emocionado, cogió uno. ¡Ya tengo mi color azul, ya lo tengo! Y al instante se pintó otra franja de su arquito.
Y otra vez volaron mientras abajo en las aguas del Océano los delfines nadaban con simpáticas piruetas. A lo lejos, resplandecía ASIA, cuando una luz brillante les deslumbró: "Mira Princesa, ¡es mi color amarillo!" -¡Oh, su amarillo dorado, por fin lo encontró! Vieron a un osito retozando en los jardines del Templo Sagrado que rodeaban las Montañas del Himalaya. Bajaron hasta allí, había miles de flores con pétalos de sol. Martín olió su perfume ¡y al instante se pintó de amarillo!
- ¡Ya tengo mi color dorado! ¡Vamos Princesa! ¡Sólo me falta un color para tener mi Arco Iris!
- Es cierto Martín, ya sólo te queda un color que buscar, pero tendrás que ir tú solo -le advirtió, desolada
Un corro de niñas y niños lo estaban esperando en el suelo de OCEANIA. Llevaban en las manos racimos de algas color violeta que habían cogido de los Mares de Coral. ¡El color que le faltaba, su color violeta! Ahí estaba chispeando su luz como fuego de cristal.
- ¡Gracias, amigas y amigos! ¡Ya no me haré invisible! ¡He completado todos mis colores!
Clareaba el día y
- ¡Cuidad el Planeta Tierra: no lo ensuciéis jamás!
- ¡Estudiad y trabajad para la paz!
- ¡Sed valientes: tened fe como Martín! ¡Cada uno lleva pintado en su corazón un arco iris!
Rafaela Pérez Ocaña